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viernes, 28 de mayo de 2010

curso en almagro

El día 3 de junio estaremos en Almagro en una jornada de formación organizada por la Red Española de Teatros y Auditorios, y que tiene como tema central la calidad en las artes escénicas. Aquí dejamos algunas notas de un tema apasionante pero igualmente complejo.

Artes escénicas y control de calidad

Algunas cuestiones preliminares

Manuel F. Vieites

Fragmento de un trabajo publicado en la Revista ADE/Teatro

Hace algún tiempo, Alberto Fernández Torres confirmaba en estas páginas la urgencia de abordar lo que pueda o deba ser el control de calidad en las artes escénicas. Lo hacía en un momento en que me hallaba inmerso, con no pocas resistencias, en un proceso de introducción al control de calidad en la educación, como director de un Instituto de formación profesional. Desde entonces no he dejado de darle vueltas a la idea de trasladar el poderoso instrumental de la Norma ISO 9001 o las interesantes propuestas analíticas del Modelo EFQM a las artes escénicas. En los últimos meses aquella invitación va tomando forma, y va conformando equipos, uno de ellos en la ESAD de Galicia, donde trabajo actualmente. Queda otro equipo por conformar y en eso andamos; de lograrlo, y espero que lo podamos conseguir, seguramente estemos en el inicio de una aventura insólita, de la que ahora decimos el prólogo.

Proemio

La aplicación de los procesos de control de calidad al teatro, o a las artes escénicas en general, pudiera parecer, a primera vista, una temeridad o incluso una bárbara aberración. Y lo digo porque el término, en principio traído desde el ámbito de la producción industrial, puede disparar todos los temores, sobre todo los de aquellas personas que protegen con especial énfasis su libertad creativa frente a las políticas orientadas a satisfacer las demandas del cliente, por comenzar a utilizar la terminología al uso en los manuales de control de calidad. Un mundo donde el cliente, en apariencia, es quien manda, si bien sabemos que no siempre, o casi nunca, es así, porque las empresas han sabido desarrollar estrategias, en teatro podríamos hablar de “dramaturgias”, para suscitar o provocar en los clientes nuevas demandas, más acordes con las líneas de producción de las dichas empresas y sus necesidades de caja.

En mi caso, debo confesar las prevenciones con las que recibí en su día la posibilidad de que esa misma idea, la del control de calidad, se aplicase al ámbito escolar. Entonces me pareció una propuesta descabellada, con poco sentido y menos futuro, pero hoy opino lo contrario. Mi percepción actual, que nace de la experiencia y de un mayor conocimiento del campo, es, en efecto, otra. Creo que los sistemas de gestión de calidad pueden ser sumamente útiles si en el proceso de transferencia y apropiación se entiende y garantiza que su finalidad, lejos de aumentar la burocracia de la organización, se orienta a la mejora permanente del sistema educativo y, sobre todo, se convierte en apuesta decidida por la excelencia, siempre al servicio de una educación integral e integradora. Es más, soy de los que creen que la puesta en marcha de un sistema gestión de la calidad es una excelente oportunidad para transformar la escuela y orientarla en una dirección acorde con los principios de la tolerancia, la igualdad de oportunidades, la cooperación o la solidaridad. La calidad educativa, por ejemplo, puede permitir que los chicos y chicas no precisen de clases particulares para superar una materia, algo que no todas las familias se pueden permitir. Porque la calidad, más allá de esa visión que la reduce a un ejercicio de burocracia, implica, ante todo, hacer las cosas bien, y cada día un poco mejor. Y por eso cuando llamamos a un fontanero para que nos repare un grifo queremos que nos haga un trabajo de calidad y no una chapuza. Pues lo mismo en la escuela, y lo mismo, también, en el teatro. Ángel I. Pérez Gómez, en un libro memorable escrito con J. Gimeno Sacristán, Comprender y transformar la enseñanza, decía hace tiempo que la escuela obligatoria no puede permitirse el lujo del fracaso escolar, y señalaba que uno de los retos educativos más urgentes radica en paliar los efectos de la desigualdad y preparar a cada individuo para luchar y defenderse en las mejores condiciones posibles en el escenario social.

Mi punto de partida

Apelo al ejemplo escolar y lo hago por dos razones que me parecen de peso. Primero para recordar y mostrar mis propias prevenciones ante la posibilidad de aplicar en mi entorno laboral herramientas que antes consideraba más propias del ámbito industrial; pero también para reivindicar, superados esos prejuicios nacidos del duro desconocimiento, sus muchas posibilidades para hacer las cosas mejor, tanto en el campo de la organización y la gestión escolar como en el de la docencia. Con todo, he de admitir que la cosa no es fácil, porque no se trata de una simple transferencia de modelos, sino de la adecuación de este o aquel modelo a un campo nuevo, que al mismo tiempo resulta sumamente complejo. Con todo, y aún sabiendo que entre la fabricación de bielas y la realización de espectáculos escénicos hay diferencias notables, no es menos cierto que entre ambos procesos de “creación y producción” hay más similitudes de las que, de entrada, cabría considerar. La cuestión radica en saber si hay algo en los modelos de gestión de la calidad de otras esferas que nos pueda ser de utilidad para mejorar todos aquellos procesos que podemos identificar en las artes escénicas, porque la mayoría, en su esencia, no son privativos de las mismas. La cuestión, en el fondo, radica en saber si estamos en condiciones de desarrollar formas de hacer que nos lleven a mejorar lo que hacemos o a considerar como posible todo aquello que no hacemos y que tal vez cabría hacer para bien de todos y todas, también del teatro.

Aunque la cosa no sea fácil creo que vale la pena intentarlo y en la ESAD de Galicia nos hemos embarcado en un proyecto para desarrollar un sistema de gestión de la calidad que oriente nuestra actividad en todas las áreas de trabajo de la escuela, desde la administración del centro a la docencia en el aula. Para ello, y en ese, como en otros ámbitos, se hace necesario, en primer lugar, considerar todo un conjunto de cuestiones premilitares relacionadas con la presentación y clarificación de conceptos, con la delimitación de objetivos o con la explicación de modelos, para, en segundo lugar, proceder a realizar las adecuaciones necesarias que permitan su transferencia y aplicación a un campo determinado.

Esa es la finalidad del presente trabajo. Hacer una breve presentación de lo que pueda ser el control de calidad en las artes escénicas a partir de los dos modelos dominantes en Europa: el basado en la norma ISO 9001, que se promueve desde la International Standards Organization, y el desarrollado desde la European Foundation for Quality Management, que aún no siendo un modelo normativo sirve igualmente los objetivos de promover la excelencia en todo tipo de empresas e instituciones. Son esos los modelos con los que vamos a trabajar en la ESAD de Galicia en los próximos años, primero en el campo de la formación y más adelante, si los resultados acompañan, que lo harán, en los de la creación y la investigación.

Normas y modelos

Las normas aparecen como consecuencia del desarrollo del concepto de calidad y de los diferentes métodos que se han establecido a lo largo de los últimos años para desarrollarla y afianzarla como un rasgo pertinente y diferencial, aunque el concepto de calidad, entendido como una determinada forma de hacer las cosas, se pueda documentar en los primeros estadios de nuestra civilización. Los especialistas en control de calidad suelen señalar que ya en el Código de Hamurabi se hacía referencia a reglas y normas para hacer las casas, con la finalidad de que no se cayesen y de castigar el error y los fallos. Desde entonces la idea de calidad se ha asociado a las cualidades que ha de tener un objeto o un servicio, o incluso al modo de fabricarlo, y que serían: ausencia de defectos, valor de uso, distinción, conformidad, satisfacción, mejora, competitividad, inspección, innovación, organización, capacitación, trabajo en equipo, éxito, competencia, especificaciones, planificación, cliente.

Hablamos de modelos de ideación, funcionamiento y gestión de las organizaciones que se desarrollan con relativa rapidez desde finales de la Segunda Guerra Mundial en Japón, los Estados Unidos de América o Inglaterra, y que han dado lugar a un buen número de títulos firmados por especialistas como Joseph M. Juran, W. Edwards Deming, Philip Crosby, Kaoru Ishikawa, Kazuchika Sato, Armand Feigenbaum o por instituciones de prestigio como el Instituto Kaizen, la organización ISO o la organización EFQM, en estos dos últimos casos con abundante información disponible en la red (www.iso.org, www.efqm.org). En castellano se han publicado muy diferentes estudios, entre los que cabría destacar los firmados por Luis Cuatrecasas, Gestión integral de la calidad, o Albert Badía Jiménez, Calidad: Modelo ISO 9001. Versión 2000, además del trabajo colectivo La Norma ISO 9001 del 2000. Resumen para directivos, editado por Gestión 2000. También posee considerable interés el trabajo de Xavier Massó Péres y Xavier Tort-Martorell Llabres titulado El modelo EFQM aplicado a la universidad, con un sugerente caso práctico que abre muchos caminos para los centros de enseñanza superior en particular.

Sistemas de control del sistema

Todos los documentos citados, junto a los volúmenes escritos por los especialistas nombrados, o por otros autores y autoras de similar interés, invitan a una profunda reflexión, sobre todo porque detrás de un lenguaje aparentemente muy centrado en la producción industrial encontramos un conjunto de herramientas muy útiles para el análisis, la mejora y el control de los procesos, y el teatro, o las artes escénicas en general, se basa en procesos. La clave está en la adaptación adecuada de la norma, o de los conceptos fundamentales de modelos flexibles como el citado EFQM. Y para hacerlo es necesario perder miedo a las palabras, porque las palabras no son más que términos que nos ayudan a establecer pautas de análisis de la realidad desde la comprensión mutua y la cooperación. Términos como producto o cliente pueden parecer, como decíamos, una verdadera aberración a más de un espíritu creativo, pero a poco que los situemos en cada campo concreto nos muestran su potencial heurístico, y así, en el caso de la enseñanza, podemos substituirlos sin mayor problema y hablar de procesos de enseñanza y aprendizaje o de alumnado. Una de las cuestiones que se hacen necesarias a la hora de definir un sistema de control de la calidad en un nuevo campo de actividad reside, precisamente, en la elaboración de un vocabulario específico y que se constituye en una especie de glosario. En el caso del teatro, podríamos hablar de espectáculo y de público, pero no siempre, porque hablar de un sistema de control de calidad en teatro implica operar en diferentes ámbitos, lo que nos exige usar el plural.

Hablamos, en efecto, de sistemas de control porque son varios los ámbitos y cada uno demanda el suyo, su sistema, pues no es lo mismo un sistema de control para la formación, en una escuela, que un sistema de control para la creación, en una compañía. También defendemos la necesidad de operar desde una perspectiva global y sistemática, aplicando los parámetros que definen el método científico en lo referente a la dimensión objetiva, verificable, sistemática y metódica de los procedimientos a emplear y a la dimensión siempre provisional de los resultados. Y aquí ya debemos decir que el sistema de control de calidad no opera con criterios estéticos, ni se orienta a valorar la dimensión estética de un espectáculo sino a analizar y determinar el grado de excelencia con que se han desarrollado los procesos de diseño, realización y ejecución del mismo, o su actualización en cada función concreta, con plena independencia de las orientaciones artísticas del sujeto creador.

La consideración de un sistema de control de calidad aplicado al teatro, o a las artes escénicas, no debe obviar el hecho de que estamos hablando de sistemas de creación y difusión artística y cultural, con lo que finalmente estaríamos definiendo sistemas de control de sistema, lo que nos debiera llevar al análisis sistemático, como decíamos, de los grandes ámbitos del sistema, porque si bien el espectáculo es el elemento central del mismo, hay un elevado número de ámbitos que inciden en él, con lo que más que hablar de un sistema de control de calidad debiéramos hablar de sistemas de control de calidad del sistema.

En consonancia con nuestra propia visión del sistema teatral y con los grandes ámbitos que cabría considerar en el mismo, entendemos que el control de la calidad se debería aplicar de forma inmediata en (1) la formación, (2) la creación, (3) la realización y producción, (4) la exhibición y (5) la animación, sin olvidar en el medio plazo (6) la investigación y la (7) recepción. También cabría hacerlo, por ejemplo, en (a) escuelas, (b) compañías, (c) teatros y auditorios, (d) instituciones y organismos o (e) asociaciones.

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