
Artes escénicas y control de calidad
Algunas cuestiones preliminares
Manuel F. Vieites
Hace algún tiempo, Alberto Fernández Torres confirmaba en estas páginas la urgencia de abordar lo que pueda o deba ser el control de calidad en las artes escénicas. Lo hacía en un momento en que me hallaba inmerso, con no pocas resistencias, en un proceso de introducción al control de calidad en la educación, como director de un Instituto de formación profesional. Desde entonces no he dejado de darle vueltas a la idea de trasladar el poderoso instrumental de la Norma ISO 9001 o las interesantes propuestas analíticas del Modelo EFQM a las artes escénicas. En los últimos meses aquella invitación va tomando forma, y va conformando equipos, uno de ellos en la ESAD de Galicia, donde trabajo actualmente. Queda otro equipo por conformar y en eso andamos; de lograrlo, y espero que lo podamos conseguir, seguramente estemos en el inicio de una aventura insólita, de la que ahora decimos el prólogo.
Proemio
La aplicación de los procesos de control de calidad al teatro, o a las artes escénicas en general, pudiera parecer, a primera vista, una temeridad o incluso una bárbara aberración. Y lo digo porque el término, en principio traído desde el ámbito de la producción industrial, puede disparar todos los temores, sobre todo los de aquellas personas que protegen con especial énfasis su libertad creativa frente a las políticas orientadas a satisfacer las demandas del cliente, por comenzar a utilizar la terminología al uso en los manuales de control de calidad. Un mundo donde el cliente, en apariencia, es quien manda, si bien sabemos que no siempre, o casi nunca, es así, porque las empresas han sabido desarrollar estrategias, en teatro podríamos hablar de “dramaturgias”, para suscitar o provocar en los clientes nuevas demandas, más acordes con las líneas de producción de las dichas empresas y sus necesidades de caja.
En mi caso, debo confesar las prevenciones con las que recibí en su día la posibilidad de que esa misma idea, la del control de calidad, se aplicase al ámbito escolar. Entonces me pareció una propuesta descabellada, con poco sentido y menos futuro, pero hoy opino lo contrario. Mi percepción actual, que nace de la experiencia y de un mayor conocimiento del campo, es, en efecto, otra. Creo que los sistemas de gestión de calidad pueden ser sumamente útiles si en el proceso de transferencia y apropiación se entiende y garantiza que su finalidad, lejos de aumentar la burocracia de la organización, se orienta a la mejora permanente del sistema educativo y, sobre todo, se convierte en apuesta decidida por la excelencia, siempre al servicio de una educación integral e integradora. Es más, soy de los que creen que la puesta en marcha de un sistema gestión de la calidad es una excelente oportunidad para transformar la escuela y orientarla en una dirección acorde con los principios de la tolerancia, la igualdad de oportunidades, la cooperación o la solidaridad. La calidad educativa, por ejemplo, puede permitir que los chicos y chicas no precisen de clases particulares para superar una materia, algo que no todas las familias se pueden permitir. Porque la calidad, más allá de esa visión que la reduce a un ejercicio de burocracia, implica, ante todo, hacer las cosas bien, y cada día un poco mejor. Y por eso cuando llamamos a un fontanero para que nos repare un grifo queremos que nos haga un trabajo de calidad y no una chapuza. Pues lo mismo en la escuela, y lo mismo, también, en el teatro. Ángel I. Pérez Gómez, en un libro memorable escrito con J. Gimeno Sacristán, Comprender y transformar la enseñanza, decía hace tiempo que la escuela obligatoria no puede permitirse el lujo del fracaso escolar, y señalaba que uno de los retos educativos más urgentes radica en paliar los efectos de la desigualdad y preparar a cada individuo para luchar y defenderse en las mejores condiciones posibles en el escenario social.
Mi punto de partida
Apelo al ejemplo escolar y lo hago por dos razones que me parecen de peso. Primero para recordar y mostrar mis propias prevenciones ante la posibilidad de aplicar en mi entorno laboral herramientas que antes consideraba más propias del ámbito industrial; pero también para reivindicar, superados esos prejuicios nacidos del duro desconocimiento, sus muchas posibilidades para hacer las cosas mejor, tanto en el campo de la organización y la gestión escolar como en el de la docencia. Con todo, he de admitir que la cosa no es fácil, porque no se trata de una simple transferencia de modelos, sino de la adecuación de este o aquel modelo a un campo nuevo, que al mismo tiempo resulta sumamente complejo. Con todo, y aún sabiendo que entre la fabricación de bielas y la realización de espectáculos escénicos hay diferencias notables, no es menos cierto que entre ambos procesos de “creación y producción” hay más similitudes de las que, de entrada, cabría considerar. La cuestión radica en saber si hay algo en los modelos de gestión de la calidad de otras esferas que nos pueda ser de utilidad para mejorar todos aquellos procesos que podemos identificar en las artes escénicas, porque la mayoría, en su esencia, no son privativos de las mismas. La cuestión, en el fondo, radica en saber si estamos en condiciones de desarrollar formas de hacer que nos lleven a mejorar lo que hacemos o a considerar como posible todo aquello que no hacemos y que tal vez cabría hacer para bien de todos y todas, también del teatro.
Aunque la cosa no sea fácil creo que vale la pena intentarlo y en la ESAD de Galicia nos hemos embarcado en un proyecto para desarrollar un sistema de gestión de la calidad que oriente nuestra actividad en todas las áreas de trabajo de la escuela, desde la administración del centro a la docencia en el aula. Para ello, y en ese, como en otros ámbitos, se hace necesario, en primer lugar, considerar todo un conjunto de cuestiones premilitares relacionadas con la presentación y clarificación de conceptos, con la delimitación de objetivos o con la explicación de modelos, para, en segundo lugar, proceder a realizar las adecuaciones necesarias que permitan su transferencia y aplicación a un campo determinado.
Esa es la finalidad del presente trabajo. Hacer una breve presentación de lo que pueda ser el control de calidad en las artes escénicas a partir de los dos modelos dominantes en Europa: el basado en la norma ISO 9001, que se promueve desde la International Standards Organization, y el desarrollado desde la European Foundation for Quality Management, que aún no siendo un modelo normativo sirve igualmente los objetivos de promover la excelencia en todo tipo de empresas e instituciones. Son esos los modelos con los que vamos a trabajar en la ESAD de Galicia en los próximos años, primero en el campo de la formación y más adelante, si los resultados acompañan, que lo harán, en los de la creación y la investigación.
Normas y modelos
Las normas aparecen como consecuencia del desarrollo del concepto de calidad y de los diferentes métodos que se han establecido a lo largo de los últimos años para desarrollarla y afianzarla como un rasgo pertinente y diferencial, aunque el concepto de calidad, entendido como una determinada forma de hacer las cosas, se pueda documentar en los primeros estadios de nuestra civilización. Los especialistas en control de calidad suelen señalar que ya en el Código de Hamurabi se hacía referencia a reglas y normas para hacer las casas, con la finalidad de que no se cayesen y de castigar el error y los fallos. Desde entonces la idea de calidad se ha asociado a las cualidades que ha de tener un objeto o un servicio, o incluso al modo de fabricarlo, y que serían: ausencia de defectos, valor de uso, distinción, conformidad, satisfacción, mejora, competitividad, inspección, innovación, organización, capacitación, trabajo en equipo, éxito, competencia, especificaciones, planificación, cliente.
Hablamos de modelos de ideación, funcionamiento y gestión de las organizaciones que se desarrollan con relativa rapidez desde finales de la Segunda Guerra Mundial en Japón, los Estados Unidos de América o Inglaterra, y que han dado lugar a un buen número de títulos firmados por especialistas como Joseph M. Juran, W. Edwards Deming, Philip Crosby, Kaoru Ishikawa, Kazuchika Sato, Armand Feigenbaum o por instituciones de prestigio como el Instituto Kaizen, la organización ISO o la organización EFQM, en estos dos últimos casos con abundante información disponible en la red (www.iso.org, www.efqm.org). En castellano se han publicado muy diferentes estudios, entre los que cabría destacar los firmados por Luis Cuatrecasas, Gestión integral de la calidad, o Albert Badía Jiménez, Calidad: Modelo ISO 9001. Versión 2000, además del trabajo colectivo La Norma ISO 9001 del 2000. Resumen para directivos, editado por Gestión 2000. También posee considerable interés el trabajo de Xavier Massó Péres y Xavier Tort-Martorell Llabres titulado El modelo EFQM aplicado a la universidad, con un sugerente caso práctico que abre muchos caminos para los centros de enseñanza superior en particular.
Sistemas de control del sistema
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